En el segundo trimestre, el PIB de Colombia creció 0,3% anual, explicado por una fuerte desaceleración de la demanda interna, que contribuyó negativamente al crecimiento, y una compensación positiva de la demanda externa luego de la fuerte caída de las importaciones (-14,5%) y la expansión de las exportaciones (2,4%).
La demanda interna estuvo presionada a la baja por la caída de la inversión fija (-7,8% anual) y la elevada desacumulación de inventarios (la cual equivalió a -1,3% del PIB). Por otra parte, aunque se mantuvo la moderación del consumo privado, su variación fue aún positiva, impulsada por el consumo en servicios. Además, el crecimiento del consumo público volvió a positivo luego de tres trimestres negativos.
En el mismo sentido, los sectores económicos más asociados a servicios presentaron los mejores comportamientos. Al contrario, las actividades relacionadas con la producción y el comercio de bienes (excepto la minería) presentaron caídas. Dentro del sector de servicios, se destacó el sector de administración pública, educación y salud, especialmente este último, cuyo desempeño fue sobresaliente.
Según Mauricio Hernández, economista de BBVA Research para Colombia, en términos inter-trimestrales, el PIB cayó 1,0%. Se moderó con fuerza respecto a la expansión de 2,2% que había tenido un trimestre atrás, explicado por el desempeño negativo de la inversión fija.
En cuanto a las expectativas a futuro, los datos de actividad económica de mayor frecuencia y más recientes dieron señales encontradas, que se juntan a la inconcordancia que se extrae de la publicación del PIB. Iniciemos por esto último. En el lado negativo está el resultado de la demanda interna, el cual refleja una debilidad de la inversión fija y un proceso de desaceleración marcado en el consumo privado. Pero, a la publicación de hoy también se le puede dar una lectura positiva desde la fuerte desacumulación de inventarios, lo cual puede inducir a los sectores productivos a aumentar el ritmo de actividad para recomponer las existencias pérdidas y presionar al alza el desempeño económico de los siguientes trimestres.
Por otro lado, el indicador de seguimiento económico —ISE—, que tiene fecha de corte a junio, igual que el PIB, pero se publica con frecuencia mensual, mostró una trayectoria de menos a más durante el segundo trimestre, arrancando con una variación intermensual negativa en abril, ubicándose por debajo de 1% en mayo y creciendo un 1,1% en junio, siendo impulsado por los sectores de administración pública, educación y salud y electricidad, gas y agua. De hecho, desde este último sector también se pueden leer señales positivas por la reciente aceleración (julio) de la demanda de energía en el país.
Sin emargo, agtregó Hernández,, otros indicadores publicados a julio son menos optimistas. Entre ellos se cuentan las ventas de vivienda y vehículos (que siguen en mínimos históricos), la confianza del consumidor (que se mantiene en terreno negativo y decreció en julio) y la cartera de crédito (especialmente, la de consumo, moderándose).
Con todo lo anterior, es posible que la desaceleración de la actividad económica ya se esté dando a un menor ritmo o que se haya pausado, pero es difícil encontrar indicadores que señalen el inicio de la recuperación económica. Por lo tanto, BBVA Research mantiene el pronóstico de 1,2% de crecimiento del PIB en 2023, el cual implicará una notoria moderación respecto a la expansión de 7,3% del año pasado.