Además de ser una celebración especial para los enamorados, el Día de San Valentín es una de las fechas más importantes para los floricultores del país, pues son nuestras flores colombianas las que abastecen el mercado internacional. Actualmente, estos productos llegan a más de 100 mercados en el mundo, entre ellos, Estados Unidos (76% del mercado), Rusia (5%), Reino Unido (4,1%) y Japón (3,8%).
Junto al Día de la Madre, esta fecha es una de las temporadas más relevantes para la exportación de flores colombianas. La alta calidad por la que este producto es reconocido en el mercado internacional nos permite competir con países como Ecuador, Kenia y Holanda, principales exportadores de flores en el mundo. De acuerdo con cifras de Procolombia, este sector genera 120.000 empleos directos y el 25% de la fuerza rural femenina en el país se encuentra en los invernaderos de flores.
Entre las razones por las que se cuenta con más mujeres en este sector del campo es por la calidad al detalle, el cuidado, la delicadeza y la destreza al cuidar de cada una de las flores, lo que permite un producto de mayor calidad. “El cuidado que los floricultores colombianos tienen durante todo el proceso de la flor para su venta, desde que la siembran hasta el momento que la cortan, ha permitido que el producto nacional sea apetecido por muchos mercados internacionales, gracias a su calidad, aspecto y duración”, explica María Fernanda Nossa, Gerente Sr. de Mercadeo para Soluciones para la Agricultura en Colombia y Ecuador, quien agrega que “es por esto que la competitividad es altamente importante en este sector, sobre todo para mantener las cualidades comerciales de la flor, cuyo precio en el mercado es determinado por su estética en el punto de venta”.
El principal reto es lograr cumplir con los estándares internacionales entre los que se destacan las características estéticas de la flor y su tiempo de vida en el florero. Estos factores son influenciados por el etileno, un compuesto producido de forma natural que se convierte en su enemigo silencioso, debido a que acelera el envejecimiento de la flor y contribuye al deterioro de la misma. Además, puede aumentar por lesiones ocasionadas por el maltrato en procesos de poscosecha, al estrés por presencia de patógenos o por los cambios de temperatura durante todo su transporte. “Teniendo en cuenta que un tercio de la vida útil de las flores cortadas está influenciada por el ambiente previo a la cosecha, mientras que los otros dos tercios dependen del manejo y las condiciones en poscosecha, es importante integrar procesos más innovadores, especialmente en esta última fase de la cadena, que harán que la flor no mantenga sus cualidades estéticas, exigidas por los clientes”, asegura la experta.
En la actualidad, los floricultores cuentan con tecnologías sostenibles e innovadoras encaminadas a producir en la planta una mayor tolerancia al estrés, al mismo tiempo que protege el medio ambiente y el bienestar de la planta y el floricultor. Este tipo de tratamientos desarrollados por investigadores de BASF, líder mundial en soluciones para la agricultura, ha impactado la calidad de la flor de exportación alargando los tiempos de vida en florero. “El uso de fungicidas en poscosecha como Elmus® es muy importante para reducir la posibilidad de afectaciones de Botrytis cinerea en ornamentales, una de las principales enfermedades que dañan las flores de exportación. Así mismo, disminuye su sensibilidad al etileno exógeno y aumenta la duración de vida en florero”, aclara MSc Felix Barón, del equipo de Investigación y Desarrollo de BASF.
Además de la incorporación de esta innovación en la poscosecha, también es importante determinar las condiciones en las que viajan las flores de exportación tales como la temperatura, la humedad, las mezclas con otras especies, las concentraciones de etileno a las que están expuestas y la duración de cada uno de estos factores. Solo así se puede maximizar la competitividad de este símbolo económico de nuestro país en el exterior.