Charlie Crews no la ha tenido fácil en la vida. Pero la millonaria demanda que le ganó al departamento de policía y a la ciudad de Los Angeles… al menos le ayuda bastante. Doce años estuvo enterrado en prisión acusado por un triple homicidio que no cometió. Acosado por sus propios colegas de la ley y por los internos de la Pelican Bay State Prision, debió pasar buena parte de su experiencia carcelaria aislado en una pequeña celda 23 horas al día, enloqueciendo, hablando con las paredes, con la nada, esperando esa única hora en la que podía salir al patio y ver la luz.
Y la encontró: alguien dejó abandonado un libro sobre el zen. Y esa fue su salvación. Leerlo una y otra vez fue la cuerda que lo mantuvo atado a la cordura, otorgándole, además, una perspectiva distinta de las cosas. Porque aún le faltaba mucho por ver. Su abogada, Constance, le convenció de reabrir el caso y logró, ahora sí, demostrar la inocencia de Charlie. Y no sólo eso: con la libertad, tuvieron que devolverle su placa y asignarle un puesto de detective, además, claro está, de indemnizarle por esos doce años de vida en el infierno.
Ahora está en las calles otra vez, luchando contra el crimen. Pero también, contra sus propios demonios: quiere desmontar la trama por la cual fue inculpado y lo perdió todo, su esposa, sus amigos, su vida anterior… y hay poderosos intereses por sacarlo del juego.
