Este mes se celebra el Día Mundial de las Habilidades de la Juventud, una fecha para destacar la importancia de equipar a los jóvenes con habilidades esenciales para adaptarse y prosperar en el mundo moderno. Es así como este día subraya la necesidad de los gobiernos de invertir en programas educativos y de formación que impulsen el potencial de los jóvenes como motores del cambio y la innovación.
Y es que en definitiva, esta fecha toma aún más relevancia en un contexto como el actual, en donde el nivel educativo global se ha visto afectado. Así quedó demostrado en el promedio de puntajes obtenidos durante las últimas pruebas PISA, los cuales tuvieron una caída sin precedentes en comparación con los resultados previos de 2018. En cuanto a Colombia, el país inclusive se ubicó por debajo del promedio de naciones participantes, con un puntaje de 411 puntos en matemáticas, 413 puntos en lectura y 408 puntos en ciencias.
Sin embargo, no se puede generar un impacto en lo académico si no se trabaja primero en la salud y el bienestar, más aún cuando los niños actualmente enfrentan luchas internas en las que constantemente están buscando ser aceptados, pertenecer y encajar. Como resultado, afanados y presionados por esto, no siempre toman las mejores decisiones ni contemplan las dimensiones y el impacto de estas.
“Los niños viven en un mundo competitivo donde el afán por ser el mejor hace que pierdan de vista pequeños, pero invaluables detalles que han estado por generaciones presentes en su historia. Muy seguramente, si le bajaran la velocidad a su día a día, podrían utilizar las herramientas que les han ido proporcionando a lo largo de la vida todos aquellos que son parte de su red de apoyo y que han contribuido a su formación. Es por esto que, desde los entornos educativos, debemos hacer una mirada en retrospectiva para aprovechar el andamiaje que tenemos y construir sobre esas bases, sabiendo que el futuro no se encuentra solamente en nuestras manos, el futuro se construye colaborativamente cada día”, agregó Sandra Patricia Martínez, Coordinadora de Bienestar y Apoyo para el Aprendizaje de Años Iniciales y Primaria de The English School.
Es por esto que Martínez compartió 5 competencias fundamentales que los colegios deberían fomentar en los jóvenes para que logren enfrentar los retos de la actualidad de una manera más acertada:
Expresión de las emociones: las emociones son formas de adaptación a ciertos estímulos, momentos, personas o situaciones. Es importante que los colegios de manera responsable y colaborativa, en conjunto con las familias, acompañen a los niños en la expresión de sus emociones, enseñándoles a ponerles un nombre, a localizarlas en una parte de su cuerpo y a entender que las emociones no son ni buenas ni malas, solamente son.
Empatía: la habilidad para ponerse en los zapatos del otro. Este camino no se recorre antes de conocerse a sí mismos; es por esto que los niños deben pasar por experiencias de aprendizaje encaminadas al autoconocimiento. Posteriormente, se interiorizan estas enseñanzas para aplicarlas de manera orgánica en distintas situaciones. Se hace uso de la palabra como medio para solucionar escenarios de la vida cotidiana y de la reflexión para mediar, para pensar antes de hablar y respirar antes de gritar.
Toma de decisiones: es el proceso mediante el cual se realiza una elección entre diferentes opciones. Estas alternativas deben ser informadas y responsables, enfocadas para elegir entre varias opciones y asumiendo las consecuencias. Los niños deben recibir un acompañamiento en este sentido a través de la implementación de programas de promoción y prevención que, entre otros, tienen por objetivo ayudarlos a planear, ejecutar, mantener y finalizar una tarea.
Pensamiento crítico: desarrollar pensamiento crítico le proporciona a los jóvenes capacidades para analizar y evaluar, facilitando así la identificación de problemas y la generación de soluciones creativas y viables.
Resiliencia: adaptándose a las exigencias del mundo para caerse y volver a levantarse, para ver el error como ventana de oportunidad o para interactuar con diferentes culturas, aprendiendo que, en el día a día, no existen las diferencias que separan, que por el contrario, existen las diferencias que enriquecen y forman mejores seres humanos.
“Los jóvenes son la mayor riqueza cultural que se puede tener. En ellos, como en la niñez, hay que invertir, hay que respetarlos y acompañarlos de cerca, pero de lejos, si eso tiene sentido. Debemos hacerles saber que creemos en ellos y que estamos para cuando nos necesiten”, concluyó Martínez. Y es que los jóvenes son sin duda agentes de cambio con una perspectiva fresca y una voluntad inquebrantable de mejorar el mundo. Continuar invirtiendo en la juventud será entonces invertir en el futuro y, de este modo, su desarrollo y empoderamiento seguirán siendo esenciales para el progreso global.